Cuando
en las fiestas patronales de nuestro pueblo, y de muchos otros repartidos a lo
largo del mundo, utilizamos la expresión “viva San Silvestre bendito” o “por
San Silvestre despídete de éste”, estamos invocando la figura de un personaje
importante en la historia de la Iglesia, pero… ¿sabemos realmente quién era
este personaje? No hay nexo de unión lógico ni documentado del porqué de la
elección de este santo. Tampoco está claro su origen. En su inicio era una
fiesta pagana, que se reconvirtió en religiosa. Sepamos algo más de San
Silvestre.
Hay en
la vida de este Papa, hechos que son históricos, indudables, y otros que entran
en el plano de la conjetura, cuya veracidad no está probada y puesto que su
origen está en historiadores de la Iglesia como Eusebio de Cesarea y Sozomeno,
seguramente obedecerán a relatos interesados de hechos que realzaran su figura
mística y de santidad.
La Iglesia Católica a través de textos como
el Liber pontificalis, la Regesta romana pontifical,
Vita beati Sylvestri, el Catálogo Liberiano o The
Catholic Encyclopedia Vol. 14, da cuenta de detalles de este Papa.
En cualquier caso, el hecho de que su figura sea
considerada como una de las más venerables de la Iglesia, incluso en siglos
posteriores, propicia la aparición de leyendas piadosas que mezclan lo falso
con lo verdadero, dando forma así a un personaje que fue trascendental para la
consolidación del cristianismo en los tiempos que le tocó vivir. Fue, de hecho,
el Papa que protagoniza el punto de inflexión a partir del cual el catolicismo
se consolida como religión mayoritaria en el Imperio Romano e imperios
posteriores, hasta nuestros días.
No se sabe su fecha exacta de nacimiento, sí que fue
hacia el año 270 en Roma. Hijo de Rufino y Justa, desde muy joven
abrazó la fe cristiana que profesaban sus padres y fue ordenado sacerdote por San
Marcelino. Durante sus primeros años de sacerdocio en una Roma convulsa,
padeció persecución y tuvo que huir y refugiarse en un monte.
El 31 de enero del año 314 sucedió en el papado a San
Melquiades con el nombre de Silvestre I. Hacía poco menos de un año
el emperador Constantino el Grande había promulgado el Edicto de
Milán, mediante el cual se permitía la libertad de culto a los cristianos,
que no serían perseguidos en adelante. Entronaba así el trigésimo tercer Papa
de la Iglesia Católica, en un período de relativa tranquilidad propiciada por
la conversión de Constantino, que además donó a la misma palacios e iglesias
construidas por él, en lo que la historia ha venido en llamar “Donatio
Constantini”, de dudosa certeza histórica y manejado a su conveniencia por
la Iglesia, que a la postre sería la “piedra” sobre la que se edificará el
símbolo de la Iglesia Católica: La Basílica de San Pedro del Vaticano.
Ya como Papa le tocará vivir una época de gran
trascendencia histórica y se aprovechará de los vientos favorables que la nueva
situación propiciaba. El primer gran problema con el que se encuentra el nuevo
papa es el de atajar el arrianismo, la doctrina promulgada por el presbítero
alejandrino Arrio, que defendía la subordinación de Jesucristo al Dios
Padre y negaba la existencia de la Santísima Trinidad.
Esta controversia arriana golpeó fuertemente al
mundo cristiano y generó una gran discusión teológica sobre la naturaleza de
Jesucristo. Silvestre I no vio otro modo de contener la expansión de
esta doctrina que convocar, con la aquiescencia del emperador Constantino,
lo que sería el primer Concilio Ecuménico de la Iglesia. Este concilio
se celebró en la ciudad turca de Nicea, se celebró entre el 20 de mayo y
el 19 de junio del año 325, reunió a más de 200 obispos y fue presidido por el
obispo Osio de Córdoba, propuesto por Silvestre I, siendo Constantino
el Grande presidente honorario.
El concilio finalizó condenando el arrianismo,
desterrando y excomulgando a Arrio.
Acabó así la llamada “controversia arriana y, prácticamente, el
arrianismo. Reafirmó el papel de la Iglesia en la Europa del siglo IV, emanando
del mismo, entre otras muchas cosas, la promulgación de veinte nuevas leyes o
“cánones” que regularían su funcionamiento. Algunas siguen vigor en la
actualidad.
De su relación con Constantino emanan la
mayor parte de las leyendas y milagros que se le atribuyen al Papa Silvestre.
Pese a que Constantino trasladó la capital de su imperio de Roma a Bizancio
en el año 330, siguió existiendo una gran relación entre ellos, favoreciendo el
emperador la obsesión del papa de construir templos cristianos, atender a los
más necesitados y mantener a la Iglesia a salvo de herejías.
Silvestre I fue el primer papa en ceñir la Tiara
o Triple Corona Pontificia. Instituyó el domingo como día del Señor. Se
le considera el inspirador de la Corona de Hierro, parte de la cual estaba
construida con un clavo de la cruz en que fue crucificado Jesucristo y que
sería utilizada a lo largo de los siglos para la coronación de reyes y
emperadores europeos. Estableció la liturgia de la Iglesia. Dictó reglamentos
para la ordenación de clérigos y la administración de los santos sacramentos.
Instituyó la primera catedral de Roma, San Juan de Letrán. Estableció
las ayudas que debían darse sacerdotes y personas necesitadas. Convocó el
primer concilio ecuménico de la historia, el de Nicea, en el año 325.
Pese a que el emperador concedió varios privilegios
y derechos al Papa, y por ende a la Iglesia, y bajo cuyo dominio dejó las
provincias de Italia, no está probado que su buena relación con Constantino se
iniciara con la curación de la lepra al mandatario. Tampoco que como
consecuencia de esta curación Constantino aceptara ser bautizado, ya que
se sabe que, durante el papado de Silvestre I y hasta su bautismo en su lecho
de muerte, ya fallecido el Papa, el emperador era catecúmeno.
Fue bautizado el 22 de mayo del año 337, paradojas
de la historia, por un obispo arriano, en Nicomedia (la actual Izmit
turca), donde falleció el emperador que, tras siglos de dura persecución, permitió
a la Iglesia salir de las catacumbas y adquirir carta de naturaleza. Pocos años
después el también emperador Tedosio I el Grande dio a la Iglesia el
espaldarazo definitivo. Los restos mortales de Constantino descansan en la
iglesia de los Santos Apóstoles de Estambul, la antigua Constantinopla
que él mismo fundara.
Silvestre I murió el 31 de diciembre de 335.
Fue el primer Papa que murió no siendo mártir y siendo la primera persona que
era canonizada sin haberlo sido. Su pontificado duró casi veintiún años, el más
largo desde la creación de la entidad papal hasta su muerte y uno de los más
largos también de la historia de la Iglesia. Fue enterrado en el cementerio de
Priscilla en la basílica de San Marcelo, a las afueras de Roma, que pasó a
llamarse de San Silvestre a partir de esa fecha. Eusebio de Cesárea investigó
y relató la vida de este santo, cuya lectura fue muy recomendada a los
católicos por un concilio al que asistieron setenta obispos.
Prácticamente desde su muerte fue objeto de gran
veneración y reconocimiento por parte de la cristiandad, cuyo santoral reservó el
último día del año para homenajearlo.
Al igual que nuestro pueblo, otras muchas ciudades y
pueblos se han acogido al patronazgo de San Silvestre. Puede que lo significado de la fecha haya
podido ser determinante para ello. No obstante, hay tradiciones y creencias diversas
en torno a la fecha y al santo patrón. En Galicia San Silvestre
tiene la misma consideración que San Juan ya que los gallegos consideran la noche
del 31 de diciembre como noche de meigas, la noche de San Silvestre,
según tradiciones gallegas, era la noche que las brujas elegían para sus
reuniones anuales y la población hacía lo posible para espantarles, haciendo
ruido con sartenes y cacerolas y exhibiendo signos católicos como la cruz en
los dinteles de las puertas, para evitar que entraran en sus casas.
En Alemania y varios países latinoamericanos la
Nochevieja es conocida también con el nombre del santo y es noche de
predecir el futuro mediante la cera de las velas, ya que otorgan a San
Silvestre propiedades de adivino y mago, reminiscencias de la Edad Media.
También, en muchas casas particulares existe la
costumbre conocida como “los años”, “los estrechos” o “los casamientos”.
Costumbre que consistía en hacer papeletas con el nombre de los presentes, introducirlas
en un recipiente del que luego se extraían de dos en dos para conformar parejas
y así poder pasar una velada agradable alrededor de la lumbre, que era lo que
se pretendía. Los niños y los jóvenes tenían por costumbre salir a la calle en
grupos, cantando villancicos y pidiendo el aguinaldo.
Otra costumbre muy extendida
era poner aleatoriamente tres papeletas debajo de la almohada con las palabras
de “bueno”, “malo” o “regular”. A la mañana siguiente, al despertar, se cogía
una de ellas y el resultado de la misma marcaría el devenir del resto del año.
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