PRESENTACIÓN

FIESTAS DE HUESA. MIRADA RETROSPECTIVA AÑOS 60. Sebastián Fages

 

FIESTAS DE HUESA. MIRADA RETROSPECTIVA AÑOS 60

Sebastián Fages

Se celebren o no este año las fiestas de agosto debido al coronavirus, en mi memoria perdura las celebraciones de cuando era niño en el mes de septiembre; mes en el que, con los bulanicos en retirada, cascábamos la hucha con lo ahorrado durante todo el año para sumarnos a la fiesta.

Días en que, al levantarnos, como por ensalmo, nos topábamos en las calles con las casetas de tiro, la tómbola, el carrusel, la noria, el tren de la bruja, los caballitos, las cadenas, los titiriteros, el circo, el retratero, los trileros, los buscanovias y las casetas de pinchos morunos, cuyos aromas a gloria impregnaban el aire.

Y cómo no, los castillos de fuegos artificiales y las verbenas al aire libre en el solar de la tía Mariquilla, lindante con la que fuera mi casa en la calle Jardines. Recinto cuyo suelo se baldeaba al atardecer para mitigar el polvo y se cubría el escenario, montado sobre bidones y tablones, con la bandera de España. Llegada la noche, entre farolillos y banderolas de papel y bombillas de colores cubriendo el recinto, una orquesta de músicos con trajes brillantosos animaba a los hueseños a bailar. O a platicar y darle a la pestaña en torno a mesas plegables y sillas de tijera, aliviándose del calor con cervezas y gaseosas puestas a refrescar en barreños con hielo picado de la fábrica de Pepe el de los polos.

Años después las verbenas se trasladaron a los jardines públicos frente a la calle del mismo nombre. El conjunto musical más asiduo, por entonces, eran Los Calypso, de Úbeda, que cada noche abría el baile a los compases de una canción que decía: “Aquellos ojos tristes, de mirada serena…” Verbenas de baile agarrado, de enamoramientos primerizos, de medio besos al amparo de la media luz, de promesas de amor eterno que apenas se sostenían hasta más allá de la Navidad, de casamientos hasta que la muerte nos separe.

Y, como llegaron, los feriantes se marcharon. Atrás quedaron la magia, la ilusión la fantasía de las fiestas, la nostalgia de lo vivido, el recuerdo de lo disfrutado, los amores bajo las estrellas y la fragancia a yedra recién cortada, a rosas y a jazmines de la noche hueseña.

Nostalgia que se atenuaba a medida que pasaban los días y comenzaban las clases en la Academia, con la ilusión de cartearnos con la muchacha venida de fuera a pasar las fiestas y cuyo recuerdo, entrado ya el invierno, se diluía como palabras escritas en el agua. Así transcurría nuestra infancia, soñando, aguardando la llegada de un futuro venturoso que hiciera realidad los sueños de miles de vigilias. Algunos, en fechas así, escarbamos en las alforjas del pasado para rememorar aquellos días de anhelos, de aventuras, de quimeras, disfrutando en callado silencio de la Huesa que, como grabado a cincel, pervive en nuestra memoria. Nada seríamos sin los recuerdos, las vitaminas del alma. Huesa, tan bella, tan cerca.

¡Felices fiestas, amigos hueseños!

Elche, agosto, 2021.

1 comentario:

  1. Qué maravilla de regalo, este recorrido por tan gratos recuerdos compartidos! Muchas gracias por compartir!
    Un gran abrazo!

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