LA PESCA FLUVIAL COMO
RECURSO ECONÓMICO EN ÉPOCA IBÉRICA TARDÍA: UN EJEMPLO PROCEDENTE DE LOS
CASTELLONES DE CÉAL
EL APROVECHAMIENTO
PISCÍCOLA EN EL ENTORNO DE CASTELLONES DE CÉAL
La
excavación del yacimiento ibérico no ha proporcionado por el momento restos de
ictiofauna, pero la caracterización ambiental y fluvial del entorno permiten
evaluar las posibilidades de un recurso como la pesca en esa zona. El río
principal es el Guadiana Menor, principal afluente y en realidad
cabecera del Guadalquivir (Romero Díaz, 1989:11). Su cuenca incluye como
tributarios a los ríos Orce, Cúllar, Baza, Baúl, Fardes y Alicún por su margen
izquierda, y a los ríos Guardal, Castril, Guadalentín, Turrilla, Céal y Toya
por la derecha.
El
régimen hidrológico de estos ríos es pluvial, con un importante caudal en
invierno y primavera y fuerte estiaje en los periodos secos. No obstante, la
proximidad de las sierras de Cazorla, el Pozo o la Sagra, con su elevada
altitud y el predominio de materiales calizos hace que en la margen derecha el estiaje
sea mucho menos pronunciado, y que por lo tanto a la altura de Céal los cursos
de agua permanezcan constantes (Picazo y Alba Tercedor, 1996:156-157).
En la
actualidad se documentan en esta zona varias especies endémicas susceptibles de
pesca: Barbus sclateri (barbo gitano), que puede alcanzar los 40 cm y
que evita las aguas estancadas o las excesivamente frías y rápidas; Chondrostoma
polylepis (boga), de unos 30 cm, que ocupa los tramos medios de los ríos y
busca aguas limpias en los cauces altos para la puesta; Leuciscus pyrenaicus
(cacho o cachuelo), menor de 30 cm y que se adapta a medios fluviales
variados; Tropidophoxinellus alburnoides (Calandino), especie pequeña,
menor de 13 cm, que se desarrolla en aguas de montaña (Doadrio et alii, 1991;
Gómez Caruana y Díaz Luna, 1991).
En el
siglo XIX, el Diccionario de Madoz (1988:216), añade para el término de
Pozo Alcón la presencia de anguilas en aguas calmas, siendo ésta una especie
para la que es frecuente la pesca con red. También indica la abundancia de
"exquisitas y abundantes" truchas en el Guadalentín, así como en el
Guadiana Menor a la altura de Hinojares y Huesa, lo que incluye el entorno de
Céal. Ambas especies han estado presentes en la zona hasta fechas muy
recientes, en las que ha existido una sobrepesca, así como un cambio en las
características de los ríos, con la construcción de presas y embalses, y con la
incorporación de vertidos contaminantes de diverso tipo.
Aunque
en estos momentos resulte difícil asegurar cuáles fueron las especies
aprovechadas en época ibérica, podemos contar con datos de etapas muy anteriores,
como la argárica, a través de los análisis de fauna de yacimientos como el
Castellón Alto en Galera, cuyo río es uno de los que forman el curso medio-alto
del Guadiana Menor. Aquí se han identificado (Milz, 1986:90-91) restos
correspondientes a barbo, que se ha mantenido hasta el presente, pero también
de Tinca tinca (tenca) -dato que, de ser confirmado, resolvería la
discusión sobre si es una especie local o
introducida- y de Leuciscus cephalus (bagre), hoy limitado a la zona noreste
peninsular.
Si
recurrimos a las informaciones proporcionadas por los habitantes de la zona,
que han desarrollado hasta hace relativamente poco tiempo una economía de
carácter prácticamente autosuficiente, podemos advertir que el recurso a la
pesca era ocasional entre la mayoría de los campesinos, pero que también
existían pescadores especializados, y zonas con más dedicación que otras a la
actividad pesquera. Para la pesca ocasional se han utilizado fundamentalmente
dos sistemas: la pesca a mano y la pesca con caña. La primera podía realizarse
de día o de noche. Durante el día, en zonas calmas de los ríos, se iban
levantando aquellas piedras bajo las que podía cobijarse algún pez, hasta
conseguir atrapar alguno que no tuviera una reacción suficientemente rápida.
Por la noche una persona iluminaba desde la orilla un punto del río
consiguiendo así un deslumbramiento momentáneo de los peces, que eran atrapados
por el pescador. Para la pesca con caña, se aprovechaban los cañaverales que
abundan en esta zona, escogiendo ejemplares de tamaño y flexibilidad adecuada y
añadiéndoles el hilo, el peso y el anzuelo. Se han podido emplear también otros
métodos para la pesca a mano que no requieren tanta habilidad, como echar en el
agua cargas de dinamita o productos más naturales como cal o ciertas hierbas
que, a decir de algunos, atontaban a los peces y permitían capturarlos fácilmente.
La
pesca más ambiciosa, que a menudo tenía fines en parte comerciales, era
realizada con redes. En el Guadiana Menor, a la altura del Fontanar, se utilizaban
nasas que actuaban como trampas para el pescado en las que se disponía un cebo.
Ocasionalmente se han empleado trasmallos, ajustando sus extremos a las orillas
del río y dejándolo, por tanto, fijo. Los pescadores remontaban el curso fluvial
hasta una cierta distancia, y con palos removían las aguas asustando a los
peces para hacer que se dirigieran contra la red. En el cordel inferior del
trasmallo se disponían plomos de las mismas características que los encontrados
en el yacimiento, formados por láminas enrolladas de unos 6x2 cm, y
espaciándolos aproximadamente 20 cm. No existe, sin embargo, una tradición en
la confección de estas redes, y las que se han utilizado han venido ya hechas
en tejidos modernos como el nylon.
En
los pueblos de la zona ha existido la posibilidad de comprar pescado fluvial
fresco, que llegaba después del trabajo de los pescadores nocturnos, los cuales
desarrollaban su actividad especialmente en el curso alto del Guadalquivir. No
ha existido costumbre de hacer conserva de él, sino de consumirlo inmediatamente.
La elaboración de conservas se reservaba para los arenques, que venían de áreas
mucho más lejanas.
CONCLUSIÓN
Como
ya señaló Fletcher (1968: 50), la obtención de peces fue sin duda un recurso
económico sistemáticamente explotado en zonas litorales durante la época
ibérica, y no sólo en el entorno más relacionado con el mundo fenicio (Roselló
y Morales, 1994; Frutos Reyes y Muñoz Vicente, 1996). Probablemente tuvo una
importancia más limitada en el interior, donde debía vincularse a los cursos fluviales.
Su carácter de actividad complementaria, el empleo de elementos perecederos
para la elaboración de las artes de pesca, y la dificultad de conservación de
la ictiofauna hace muy difícil su detección arqueológica. Incluso si
preguntamos actualmente a los habitantes del lugar sobre sus actividades
económicas, no se citará la pesca entre ellas. Sin embargo, ante cuestiones
directas, hay muy pocos que no reconozcan haberla practicado de forma eventual
o constante, empleando como hemos visto, sistemas diversos. La pesca fluvial resulta, por tanto, un recurso
económico enmascarado pero que es preciso tener presente a la hora de valorar la subsistencia
tanto en los asentamientos costeros como en los de interior.
La
ocupación más tardía de Los Castellones de Céal revela una actividad acusada en
la estrategia de comunicaciones entre las altiplanicies granadinas y el Alto
Guadalquivir. Muchos de los materiales presentes en el poblado son importados mostrando,
como es natural en esta época, evidentes signos de romanización. Varios de
ellos parecen estar en relación con el consumo del vino, no sólo por los
envases anfóricos antes citados, sino por la presencia de un cazo de bronce,
cubiletes y algún resto de cerámica megárica (Beltrán Lloris et alii, 1999).
Además de estos objetos de procedencia lejana pueden señalarse también
importaciones de otras áreas de la Península Ibérica, como un kálatos pintado
de tipo Fontscaldes, una jarrita gris ampuritana y otras jarras idénticas a las
procedentes del yacimiento almeriense de Villaricos.
La
existencia del asentamiento debe ponerse en relación, por tanto, con su papel
de apoyo en la red de comunicaciones, lo que le permite incorporar numerosos
elementos foráneos. Sin embargo, también resulta evidente que su subsistencia
se basó en una explotación intensa de su entorno inmediato. En los niveles
tardíos se documentan (3) tanto Vitis vinifera como pólenes
correspondientes a olivo (López, 1984), que se complementan con el hallazgo
casual de una prensa de aceite en las campañas antiguas (Blanco, 1962). Los restos
carpológicos señalan a la cebada vestida (Hordeum vulgare) como especie
de cereal mejor representada, mostrando indicios de un proceso previo de trilla
y aventado. También hay evidencias de trigo, avena, legumbres (Vicia sativa)
y ciertas leguminosas de difícil precisión. Los restos de fauna indican una
diversidad de animales domésticos, destacando ovicápridos y cerdos, junto a un
empleo frecuente de la caza como complemento comprensible en un entorno con un
rico componente forestal.
La
situación de Castellones de Céal en un punto clave de la ruta que transita por
el pasillo de Pozo Alcón ha sido vinculada desde su descubrimiento con la
antigua Fraxinum, una mansio citada en el Itinerario de Antonino
y situada entre Tugia y Bactara en la vía que desde Cástulo
llevaba a Málaga (Fernández Chicarro, 1955). Se trate o no del lugar indicado
en las fuentes, el poblado domina un vado de paso obligado que ha sido empleado
tradicionalmente en el sistema local de comunicaciones. Por tanto, no resulta
descabellado pensar en el asentamiento de Los Castellones no sólo como una explotación
estrictamente local, sino como un emplazamiento en el que no sería rara la
presencia de viajeros. Por todo ello, resulta razonable la explotación intensiva
del medio inmediato, recurriendo a todo tipo de productos, naturales y
cultivados. La pesca fluvial supone en este sentido un recurso idóneo, ya que
se cuenta con dos ríos en los que vivieron diversas especies económicamente
rentables y que, con los medios adecuados, no presentaban grandes dificultades para
su obtención.
Los
plomos de red encontrados en el espacio A de la vivienda 1 son numerosos y
suponen un peso considerable, lo que parece excluir que se trate de un esparavel,
haciendo más plausible su lectura como correspondientes a un trasmallo, en el
que también se insertaría la piedra perforada que actuaría como lastre
principal. La presencia de más de 60 unidades revela que la longitud de la red
sería como mínimo de 6 m., lo que supera el ancho del arroyo de Céal y se aproxima a la anchura del
Guadiana Menor, siempre considerando la dificultad que implican estos cálculos, teniendo en
cuenta además que no se conoce el número exacto de lastres y que éstos se pueden
disponer a mayor o menor distancia según las necesidades de la red. De los
flotadores, que necesariamente deberían insertarse en el cordel superior, y que
están habitualmente hechos en corteza de madera, no ha quedado resto alguno
debido a la combustión del local. Lo mismo puede decirse de la propia red, que
estaría hecha con lino o cáñamo.
Desconocemos
si existía una tradición local en el empleo de este tipo de artes de pesca, y
lo cierto es que no se han recuperado todavía instrumentos que puedan ponerse
en relación con la manufactura de las redes, si bien sus características harían
difícil su conservación. No resulta descabellado pensar, sin embargo, que al
igual que se importan recipientes y contenidos de áreas alejadas, también se
pudieran incorporar al yacimiento estas redes como objetos manufacturados,
siendo más fácil repararlas localmente, así como añadir o reponer los plomos de
lastre o los flotadores. En todo caso, la valoración y el estudio de los
diversos sistemas de pesca fluvial en el mundo ibérico irán progresivamente detallando
las diversas características de esta estrategia económica.
VICTORINO MAYORAL HERRERA
TERESA CHAPA BRUNET
JUAN PEREIRA SIESO
ANTONIO MADRIGAL BELINCHÓN
Gracias por la información.
ResponderEliminarA tí.
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